Se cumplen 27 años desde que Venezuela celebró, en la figura y memoria de la Madre María de San José, a su primera beata. Este sábado es la fiesta litúrgica en el ámbito nacional de quien en vida deseó ser santa, “pero santa de verdad”, y por quien ahora, desde su estado Aragua y en todo el país, se ora por su pronta canonización.
En la doctrina de la Iglesia, beato significa bienaventurado y su declaración es hecha pública por el Vaticano luego de haberse comprobación un milagro de Dios por intercesión del candidato. Para ser santo, la Santa Sede exige un nuevo milagro comprobado.
Junto a monseñor López Aveledo, Laura Evangelista Alvarado Cardozo, como fue bautizada (Choroní, 1875 – Maracay, 1967) fundó a principios del siglo XX la Congregación de las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús.
Amada por los niños, quienes se acostumbraban a llamarla “Mamaíta”. Los educaba, los enseñaba a reír, a jugar, a comer a la mesa con cubiertos. Practicaba la caridad, extremada con los más pobres y necesitados. Ya en vida, la gente la veneraba como santa, se dice de ella en el libro “La niña del Cristo”, de la hermana Dilia Barrios Marcano.
La beata del ayuno prolongado y el alimento único eucarístico supo llevar también los rigores de la enfermedad, con profunda entrega al Creador. “Siempre estoy muy bien, con mil penas y amarguras, pero ¡adelante! Como Dios sea glorificado, nada me importa” dejó escrito.
Su cuerpo incorrupto se conserva para la veneración pública en su santuario del centro de Maracay.
Es, pues, este sábado un día de fiesta para la Iglesia venezolana, y muy especialmente para la familia Agustino Recoleta, que en el Táchira regenta las parroquias San José y El Buen Pastor, en San Cristóbal, y San Agatón, de Palmira, donde también queda el Seminario Nuestra Señora del Buen Consejo.