Anderson era uno de los mejores conocedores de animales del estado Carabobo. El crimen del veterinario fue caer en su debilidad y dejarse llevar. Afamado, conocedor de caballos, ganado y otras especies era uno de los más solicitados.
Se jactaba el profesional de decir que tenía una bella esposa, dos hijos pero sin duda su debilidad eran las jovencitas. Dejaba claro siempre en las haciendas que buscaba de 18 para arriba; para no ganarse problemas.
Había tenido unas cuantas aventuras con estudiantes de la medicina las cuales caían en la “labia” del profesional. “Cuando uno tiene 50 uno tiene que demostrarle a las chamitas que un hombre con experiencia es lo mejor”.
Era refranero y si tenía que imponer su ley la imponía manejaba gran parte del ganado de Carabobo; Cojedes y Aragua. El profesional se quedaba extasiado al ver a las hijas de los dueños de los ganados; enseguida se le activaba el galán y comenzaba el ataque.
Le gustaba escuchar a Reynaldo Armas y Luis Silva siempre pregonaba ante todo el público que estaba en las mejores parrandas de las mejores ciudades del país. “Si hay muchachitas, cuente con que yo voy para allá”; en las caballerizas le daba rienda suelta a los bajos instintos con las “chamas”.
La única condición que el profesional les imponía a las muchachas era que no debían salir embarazadas. “Yo le pago sus pastillas y su tratamiento, la mando a poner tunning y cada vez que venga al llano la veo”; era su condición principal.
El crimen del veterinario
Mariel tenía 19 años, tenía una figura envidiable y era una de las mejores promesas que había en el coleo femenino. ¡Camarita presénteme a esa muchacha! La jovencita estaba apenas dando pasos en el deporte nacional; el profesional quedó flechado al verla en San Juan de Los Morros.
“Muchacha guariqueña mucho gusto”, le dijo el profesional; la conoció por Alirio el organizador de la tarde de toros coleados. La jovencita quería ser veterinaria por lo cual pensó que Anderson sería un buen amigo.
Anderson le dijo a Alirio que necesitaba que hiciera todo para que la muchacha ganara. “Yo necesito que esa muchacha gane, quedé maravillado al verla”. ¡Ah caramba caballo viejo! Le dijo Alirio al profesional; esa muchacha si apenas cumplió los 19 años.
Como hubo unos cuantos dólares de por medio, Mariel ganó ante la mirada de todos donde pocos la aplaudieron. El profesional enseguida le sacó conversación y poco a poco; y en unos fines de semana estaba en San Juan de Los Morros.
El romance en las caballerizas
Estaba maravillado con la jovencita, disfrutaba del romance mientras su familia estaba extrañada de tantos viajes al llano. “Yo como sea me le escapó a Julia este fin de semana; yo tengo que ir a ver a Mariel”, decía el profesional.
La muchacha de cabello negro le gustaba las canciones llaneras, quería vivir y echar hacia adelante. Tenía una figura de diosa y gracias a los llaneros sabía cómo dominar a los caballos; era segura, firme y de decisiones.
La muchacha disfrutaba de lujos, ropa, dinero, perfumes y solo tenía que complacerlo en los caprichos sexuales. El profesional adoraba las caballerizas y el olor a caballo; se sentía una bestia en potencia.
Mariel poco a poco aceptó el romance… “y que más maíta yo también estoy cansá de sé pobre; y si el doctor me quiere pagá los estudios yo lo acepto”. Al profesional de la medicina se le encendía la mirada al ver a la joven.
Vivían un romance en pleno, en las caballerizas, en el establo, y hasta en las pacas de heno se daban besos apasionados. Los dueños de las haciendas les convenía, el revisaba los animales; pero venía era a verse con sus asistente.
Entre el límite de las amantes
La muchacha recibía dinero y la familia poco a poco comenzó a aceptar al profesional. El crimen del veterinario era enamorarse, sentía una llama en su pecho. Cuando veía a Mariel se sentía joven, se sentía que era el mejor.
Le daba de todo a Mariel, “lo que usted me pida, yo a usted se lo voy a dar”. La muchacha aprendió poco a poco con él; “ya te conseguí un cupo en la Universidad de Carabobo y te me vienes a Maracay a estudiar”.
En la ciudad jardín el romance era pleno y cada vez que el profesional podía escaparse lo hacía. Disfrutando de la muchacha a la cual consideraba la primera de sus jóvenes amantes; “voy a tener que ir a visitar a las otras chamitas de Cojedes y de Zaraza”; decía el profesional en la autopista.
Pero sentía de todo al tener a Mariel entre sus brazos, “ya sabes mi muchacha usted no debe de dejar de tomarse esa pastillita”. “Yo más muchachos no quiero”; decía para sus adentros el profesional.
Mariel estaba cansada de ser la segunda y quería al profesional a tiempo completo con ella. “Yo quiero todo de ti”, le decía la muchacha al doctor veterinario. Anderson se ahogaba con el amor de Mariel.
El secreto en San Carlos
Mariel dejó de tomarse la pastilla y al cabo de un mes en Maracay comenzó a sentirse extraña. Mareos, vómitos y asco a los olores… “yo no se qué me pasa, pero yo no me siento bien”. El profesional la llevó a un chequeo el cual le avizoró lo que tanto temía.
“Señor Anderson su hija está embarazada”, le dijo la enfermera con sátira. “Esa muchacha no es hija mía”, le dijo a la enfermera. “No sé doctor prepárese la muchachita está preñada”; el profesional sintió de todo.
“Ya aquí no queda de otra haré lo que no me gusta hacer y espero le sirva de escarmiento”. Dijo el profesional el cual tenía fuego en la mirada. Llamó enseguida a San Carlos y habló con Henry uno de sus amigos veterinarios.
En unos días le dijo a Mariel que lo acompañara a San Carlos, a una finca y a ver a unos animales. La muchacha al entrar sintió que el profesional le tapaba la cara con un trapo impregnado a un olor penetrante. Quería gritar pero sintió que se desmayaba.
Cuando despertó estaba adolorida, sangrando y desgarrada por dentro, sentía que le habían arrancado el alma. Sintió dolor al ver al profesional que la veía con asco; su cuerpo escultural lo sentía invadido por los dolores.
La desgracia
Se le iba la vida a la joven y sintió que su cuerpo no daba para más; escuchaba lejos la voz del profesional dando órdenes y poco a poco su corazón dejo de latir. El cadáver de la muchacha apareció en la carretera de San Carlos; con signos de prácticas de aborto.
El crimen del veterinario estaba consumado, unos días después la policía científica dio con el profesional. Alirio lo denunció por el crimen cometido y quedó detenido. Aparte de eso a Anderson se le acusa de asesinar a tres jóvenes más en el estado Guárico; por las mismas circunstancias.
Danny Valdiviezo @elautobusero74